Aquellos que nos encontramos llegando a los 25, o que ya los pasamos solemos entrar en este momento de crisis donde nos empezamos a cuestionar todo, ya no somos adolescentes, somos jóvenes adultos.
Las responsabilidades nos pesan más, ya que comenzamos a valorizar más nuestras ganancias, nuestros sueldos y los gustos que nos damos son más placenteros, aunque más escasos.
Las salidas a lugares con mucha gente ya no te parecen tan divertidas, prefieres juntarte en una casa a tomar con tus amigos y charlar de la vida. Que encima cada vez es más difícil coordinar para verlos, ya que cada uno tiene sus responsabilidades, trabajo, pareja o estudios y encontrar un momento donde juntarse todos parece casi imposible.
En cuanto a esos amigos cada vez son menos, lentamente te vas dando cuenta quienes son los que realmente vale la pena tener cerca, a veces esos amigos que pensaste que estarían para siempre ya no están y aparecen nuevas personas que te enseñan nuevas cosas y te hacen valorar la amistad de otra forma.
Ríes con más ganas, pero lloras con menos lágrimas, y más dolor. Llegas a ese punto de la vida donde varios de tus conocidos se están casando, teniendo hijos y tu aún estas decidiendo qué hacer con tu vida el día de mañana. Tratas día a día de empezar a entenderte a ti mismo, sobre lo que quieres y lo que no. Tus opiniones se vuelven más fuertes, y sólo personas con buenos argumentos pueden lograr hacerte cambiar de opinión. Hay días que te sientes invencible y otros que prefieres no levantarte de la cama y enfrentar el mundo.
Tratas de aferrarte al pasado, pero es en vano cada vez esta más lejosm, te preocupas por el futuro, por el dinero, y por hacerte de una vida que valga la pena vivir.
Es una edad de muchas dudas, confusiones, desamores, pero hay que aprovecharla a full, todo el mundo dice que es la mejor edad, así que dejemos de vivir con miedo y disfrutemos de nuestra vida, el presente…